Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo.
Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón.
En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca».
Que la gracia del Señor Jesucristo sea con su espíritu.
Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca.
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo.
Por la palabra del Señor fueron creados los cielos, y por el soplo de su boca, las estrellas.
Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
¡Ah, Señor mi Dios! Tú, con tu gran fuerza y tu brazo poderoso, has hecho los cielos y la tierra. Para ti no hay nada imposible.
El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con agrado y te extienda su amor; el Señor te muestre su favor y te conceda la paz.