Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor.
Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.
Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados.
Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y Salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo.
Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra.