Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados.
Queridos hijos, apártense de los ídolos. Amén.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»
Nada me produce más alegría que oír que mis hijos practican la verdad.
¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos!