Interpretación de la Biblia / Daniel 4:37
El libro de Daniel cuenta la historia de la vida de un hombre fiel a Dios en medio de un ambiente hostil. Daniel fue llevado cautivo a Babilonia junto con sus amigos Sadrac, Mesac y Abednego. Allí tendrán que enfrentarse a una sociedad que no reconoce al Señor como Dios. En el capítulo cuatro, el rey Nabucodonosor tiene un sueño que lo perturba y le pide a Daniel que lo interprete.
En un sueño, Nabucodonosor vio un árbol gigante que crecía y se extendía por toda la tierra, brindando sombra a muchas personas y alimento para todas las especies. Sin embargo, el ángel corta el árbol dejándolo sin hojas ni ramas, y los animales huyen. Luego el ángel vuelve su mirada hacia el rey, que se transforma en un animal y vive entre los animales durante algún tiempo.
Daniel interpreta el sueño diciendo que el árbol simboliza al mismo Nabucodonosor, quien se exaltó a sí mismo, olvidando que todo lo que tiene es gracias a Dios. Además, anuncia que Dios le quitará temporalmente su reino para que pueda aprender a vivir con humildad.
Después de un tiempo, la profecía se cumple y el rey cae en la locura y vive como un animal. Pero al final Nabucodonosor reconoce al Dios del pueblo de Daniel como Rey del cielo y lo alaba en el versículo 37, que estamos analizando.
Porque siempre procede con rectitud y justicia
Nabucodonosor alaba al Rey del Cielo porque finalmente se da cuenta de que todas Sus obras son verdaderas y justas. Esta declaración muestra que aunque el rey se rebeló contra el Dios de Israel, reconoció que había una personalidad suprema que controlaba todo lo que sucedía en el mundo.
Además, esta declaración reconoce la soberanía de Dios y coloca todo bajo Su control. Aunque las circunstancias a veces puedan parecer negativas e injustas, podemos confiar en que Dios tiene el control y que Sus obras son verdaderas y Sus caminos son justos.
La humildad es la clave
Este versículo también nos enseña la importancia de vivir con humildad. Nabucodonosor era un rey poderoso que estaba orgulloso de sus logros, pero finalmente se dio cuenta de su error y se humilló ante Dios.
La humildad es una virtud muy importante en la vida cristiana. Nos ayuda a darnos cuenta de nuestra dependencia y nuestra necesidad de Dios. Vivir una vida humilde no significa que no tengamos metas ni nos esforcemos por ser mejores personas. Significa reconocer que todo lo que tenemos y lo que somos se lo debemos a Dios, y que Su voluntad debe ser siempre nuestra guía.