Interpretación de la Biblia / Romanos 12:1
Romanos 12:1 nos llama a presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios. Es importante entender que el sacrificio aquí mencionado no se refiere a la ofrenda de un animal en el Templo, sino a la ofrenda de nuestras propias vidas. Pablo nos llama a dedicar todo nuestro ser a Dios: nuestra mente, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros deseos y nuestros cuerpos físicos.
Imaginamos nuestro cuerpo como un sacrificio vivo
La idea de ofrecerse a sí mismo como sacrificio vivo puede parecer radical y poco práctica, sin embargo, la idea se encuentra en todo el Nuevo Testamento. Estos versículos son un llamado a vivir en obediencia a Dios como un acto de adoración. Es decir, todo nuestro ser debe estar dedicado a servir a Dios, y no sólo en un momento determinado del día o de la semana.
Además, también es importante señalar que este sacrificio vivo no implica abnegación ni negación de nuestras necesidades. Se trata más bien de entregarnos por completo a Dios, confiando en que Él guiará nuestras vidas y nos proveerá todo lo que necesitamos a lo largo del camino.
Un verdadero culto
Cuando Pablo habla de la “verdadera adoración”, se refiere a algo más profundo que simplemente adorar a Dios en el templo. Este culto consiste en nuestra devoción personal a Dios, experimentada diariamente. Aquí Pablo sugiere que el verdadero acto de adoración es entregar todo el ser a Dios, lo que significa devoción total y vivir una vida guiada por Sus principios y valores.
Es importante notar que cuando nos entregamos completamente a Dios, no perdemos nada, sino que, por el contrario, ganamos todo en Él. Cuando nos entregamos a Dios, nuestra vida comienza a tener un propósito mayor, nuestro deseo por las cosas mundanas disminuye y comenzamos a experimentar una paz y alegría que trasciende los problemas que podamos enfrentar.