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Interpretación de la Biblia / Romanos 8:32

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?

Romanos 8:32 se encuentra en uno de los capítulos más significativos y profundos de la Biblia. El apóstol Pablo muestra la conexión entre la justificación por la fe en Jesucristo, la obra del Espíritu Santo y la seguridad de la salvación eterna. Este versículo enfatiza la grandeza de la gracia de Dios y Su generosidad hacia nosotros.

El sacrificio de Jesús

Dios dio a su Hijo amado para morir en la cruz y así pagó el precio que nosotros tendríamos que pagar por nuestros pecados. El Padre no buscó un sustituto sobre quien descargar su ira, sino que dio a Su Hijo único (Juan 3:16).

El amor de Dios es tan grande que no escatimó ni a Su Hijo para nuestro bien. La muerte de Jesús fue un acto soberano que cambió para siempre la historia humana.

La generosidad de Dios

San Pablo en el mismo versículo expresa el pensamiento: si Dios dio a Su Hijo por nosotros, ¿cómo no podrá con Él darnos también todas las cosas? Esto significa que Dios no sólo nos perdona, sino que también nos da Su amor, Su gracia y Su generosidad.

Más aún, esta actitud de Dios es un mensaje evangélico que trasciende épocas y culturas. La generosidad de Dios es universal y es un signo de Su amor incondicional.

Libro: Nuevo Testamento / Romanos
Temas: Padre, recibir, sacrificio
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