Interpretación de la Biblia / Mateo 1:22-23
La Navidad no es sólo una fecha en el calendario. Esta es una celebración del evento más espectacular de la historia de la humanidad. La Navidad es una época en la que celebramos que Dios nos ama y que siempre está con nosotros.
El hombre fue creado para comunicarse con Dios. Dios nos creó a su imagen para que Él y nosotros pudiéramos disfrutar de una relación personal. El pecado nos ha privado de esta comunión. Es esta comunión la que Jesús vino a restaurar en esta tierra.
Dios podría haber elegido muchas formas de comunicarse con nosotros, pero como nos creó, sabía que la mejor manera de comunicarse con nosotros era cara a cara. Por eso se convirtió en uno de nosotros. No envió ningún ángel, ningún profeta, ningún político, ningún embajador. ¡No! ¡Él mismo vino!
Si quieres que alguien sepa cuánto lo amas, no envías un representante para comunicarse con él. ¡Ve en persona y díselo! ¡Eso es lo que Dios hizo en Navidad!
La Biblia nos dice que Dios es amor. El amor es la esencia del carácter de Dios. ¡Esta es su propia naturaleza! Fuimos creados para ser objeto del amor de Dios. Él nos creó para amarnos. Su amor es la razón por la que todavía estamos vivos hoy. ¿Sabías que Dios pensó en nosotros incluso antes de la creación del mundo?
Debido a que el amor de Dios es incondicional, Él nos ama en nuestros días buenos y en nuestros días no tan buenos. Él nos ama cuando sentimos su amor, e incluso cuando no lo sentimos. Él nos ama a pesar de nuestro comportamiento, estado de ánimo, acciones o pensamientos. ¡Su amor no cambia!
Setecientos años antes del nacimiento de Jesús, Isaías predijo que nacería con el nombre de Emmanuel, Dios con nosotros, para salvar a la humanidad de sus pecados.
Uno de los problemas de la Navidad es que mucha gente piensa en Jesús como si fuera sólo un bebé. Su idea de Él es la de un recién nacido indefenso en los brazos de su madre. Si Jesús nunca hubiera llegado a lo que hizo, no habría tenido el poder de cambiar nuestras vidas.
Pero el niño nacido en Belén no siguió siendo un bebé. Jesús creció, se hizo hombre y nos mostró una forma de vida que agrada a Dios. ¡No olvidemos que fue Dios mismo!
Él pagó por nuestros pecados muriendo en la cruz. ¡Y luego resucitó! ¡Éste es el Evangelio! ¡Albricias!