Interpretación de la Biblia / Gálatas 6:1
La vida cristiana no es fácil. Si bien estamos llamados a esforzarnos por alcanzar la santidad y la fidelidad a Dios, reconocemos que seguimos siendo personas imperfectas que luchan con la tentación de pecar. Por eso, a lo largo de las Sagradas Escrituras estamos llamados a cuidarnos unos a otros en la fe y a corregir a quienes han caído en el error.
Un llamado de este tipo se encuentra en Gálatas 6:1, donde estamos llamados a restaurar a un hermano o hermana a Cristo con un espíritu de mansedumbre.
Llamado a la restauración
El apóstol Pablo escribe a los Gálatas con la intención de fortalecer su fe y corregir algunos errores que se habían introducido en su comunidad cristiana. En este sentido, Gálatas 6:1 sirve como continuación de lo dicho sobre la necesidad de apoyarnos unos a otros en la fe y no caer en la arrogancia o la autoconfianza.
El versículo comienza llamando a los hermanos en Cristo “espirituales”, lo que implica que han sido salvados por la gracia de Dios y transformados por Su Espíritu. Precisamente a quienes sostienen esta visión se les confía la tarea de restaurar a quienes han cometido algún error.
Restauración con ternura
El llamado a restaurar a un hermano o hermana a la fe no implica necesariamente la condena o el castigo del culpable. Por el contrario, la restauración que se nos pide llevar a cabo debe realizarse con un espíritu de mansedumbre. Esto significa que debemos acercarnos a la persona con humildad y amor, recordando que todos estamos sujetos al pecado y necesitamos la gracia de Dios para superar nuestras debilidades.
Por lo tanto, la restauración no tiene como objetivo humillar o avergonzar al hermano o hermana pecador, sino más bien llevarlo a la confesión sincera y al arrepentimiento para que pueda experimentar nuevamente la gracia restauradora de Dios.
Sucumbiendo a la tentación del pecado
Gálatas 6:1 termina con una advertencia importante: “Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado”. Esta frase nos recuerda que también nosotros podemos sucumbir a la tentación y cometer algún error.
Por eso, cuando iniciamos el proceso de restaurar a un hermano, debemos hacerlo con la conciencia de nuestra propia debilidad y de nuestra propia posibilidad de caer. Esto nos ayudará a ser más compasivos, pacientes y humildes en nuestro trabajo. Además, reconocer nuestra propia vulnerabilidad nos motivará a cuidarnos aún más en la fe, evitar la tentación y permanecer firmes en la gracia de Dios.